martes, 29 de abril de 2014

De 100 promesas me rompiste hasta mí.


Empezando por la de amanecer juntos, aunque no fuese despertar, sino trasnochar, por culpa del insomnio que me provocaban tus labios. Llámalo ganas de llenarnos, más que se llena la luna, y de brillar, más que brillan las estrellas, de besarnos hasta que el sol nos cubra de luz y ya no solo sean ganas las que nos amanten. Con las bocas sabor a alcohol y miradas felinas, de gatos en celo, pero sobretodo los míos, sobretodo los de Barcelona al ver que brillabas más que ella un veinticinco de diciembre.

Los desayunos sin diamantes, sin ropa, pero con ganas, las nuestras, las de querernos contra la pared o agarrados a las sábanas, las de morderte el culo al verte revolcar por la cama. De calentarnos con las piernas, de ponernos la piel de gallina con caricias, de tocar el cielo sin salir de la cama y de rompernos un poco a cada silencio que nos quedamos mirándonos, contando segundos que se hacen eternos entre besos y latidos.

De hacer tostadas y café, de besarnos hasta que se nos quede frío, de tirarnos en la cama y caer por el lado de la mantequilla, pringándonos, como siempre, comerte a lametazos la mermelada de fresa, de tu boca o de tus labios. De tirar los cubiertos y comernos con las manos.
Las de querer comernos el mundo empezando por nosotros y quedarnos con hambre. De hacer la cama pensando en deshacerla una y otra vez, contigo encima y el mundo lejos.

Me rompiste hasta las duchas de agua fría, pero más calientes que el roce cerilla-caja, con más llama que el clipper, con más pasión que besos de reencuentro en películas americanas, sí, las de amor barato, del falso, el del todo irá bien pase lo que pase. Del que no sirve ni para limpiarse los mocos.

Lo de hacer descenso por tu espalda, recorriendo a besos tu columna, de saltarte los vellos y ponértelos de punta, de acabar mordiéndote el culo y acariciando tus piernas, de notar cada vez más el calor, de tu corazón hasta tus muslos, abiertos al encaje de mi cabeza, de hacerte llorar, pero sin lagrimas.

De quedarnos con hambre y comernos nuestros problemas, de tener a alguien con quien contar, y que no sean números, sino hechos y momentos, un pecho en el que soñar, o unos labios en los que dejar saladas lagrimas. De poder con todo, o que me puedas del todo.

Que acabases siendo mi talón de aquiles, mi punto débil, la sonrisa que me crea dependencia, o la cintura que encaja en mis manos. De cerrar la puerta de mi corazón con llave y pestillo, y dejar que la guardes tú. De volar sin alas en tu cama, o de estrellarnos juntos. De dejarme disparar si eres tú quien me apunta al pecho, y de que sean mil los clavos que me dejes clavados.


Y después de haberme roto a mí, me rompiste los esquemas y todas y cada una de las promesas. Me pisaste fuerte y me dejaste la suela de tus zapatos marcada en el corazón. Los pedazos quedaron hechos ceniza, y la ceniza hecha polvo, no quedó nada, quizás un poco de café para uno y desconfianza para veinte.

Ahora ando pisando corazones con los pies desnudos, pisando flojito y con delicadeza, como cuando tocas la arena de la playa con pies descalzos y aprietas los dedos para que se te meta la arena entre los dedos. He aprendido a besar heridas y a tapar agujeros que en su día dejaron clavos mal clavados, pero todavía no he aprendido a clavarme sin que me la claven.

No sé, quizás la vida no sería vida sin dolor, sin que doliese no seríamos nada, y sin ti vida, duele más, así que supongo que gracias por hacerme ver que estoy vivo. Aunque para la próxima podrías doler de pellizco a ver si despierto en vez de pisada en el pecho a ver si me hundo.

domingo, 20 de abril de 2014

Por ti

voy hasta la boya y vuelvo las veces que 

haga falta.

Con tu pecho, latiéndome
al oído el reto de formar
un puzzle de no sé cuántas piezas o más,
con tus manos vacías
y toda esta piel por rozar.
No quiero amor descalzo
pisando un corazón-moqueta.
No quiero amor esquina sin vuelta,
sin nada por esperar.
Con tu boca, cansada de morder
otros labios buscando mis grietas,
con tus curvas matando a gente
que no sabe conducir su lengua.
No quiero amor con dolor
de besos hasta fin de existencias.
No quiero amor ceniza
de cigarro incandescente después de follar.
Antes de disiparme morirán en el intento tus dudas,
los recuerdos cosidos a las pestañas.
Tengo abrazos con tu nombre,
y besos de peso,
contra la hipertensión
de lágrimas devenidas de mayo
provocando inundación.
Te estoy soplando al oído
un te quiero a mares,
un nunca has dejado de ser bote salvamivida,
no son palabras de viento,
te juro que he visto a un huracán llorando
con nombre de perro.
Me he metido en un mar de deudas a nadarte,
por si no te has dado cuenta

y todavía tenemos destiempo en la nevera.

martes, 8 de abril de 2014

Necesito escribirte.

Y hacerte el amor delante de todo el mundo,
delante de siete mil millones de personas,
que cada una de ellas sepa que muero por tus labios
como Romeo moría por Julieta y Calisto murió por Melibea.

Quiero rasgarte la piel con suspiros,
dejártela de gallina, que esté tan erizada que me pueda quedar clavado
siete vidas en ella.

Quiero que seas gata de mis noches,
que me pongas los ojitos felinos y que me arañes las buenas noches,
que me lamas las heridas y me maúlles los te quiero todas las madrugadas,
no estarás en mi ventana, pero tienes la puerta abierta.

Que los besos con sal saben mejor si salen de tus ojos,
los de no te vayas joder,
los de qué voy a hacer ahora sin ti.

Que contigo dejaron de haber malas noches,
y buenas,
dejaron de haber noches porque contigo desaparecían
las horas que te pasabas encima mío,
o las que me llamabas por teléfono,
ladrona, ¿dónde están?
Eres tan efímera que me quitas el tiempo
y nadie es capaz de devolvérmelo,
tan solo tú de parármelo, y el corazón,
el corazón también me lo llevas a destiempo.

Sigo buscando mis ganas, las de sonreír,
las de seguir,
y cada vez que busco las encuentro todas,
pero las tienes tú,
y no sé cómo arrancártelas
si no es a besos, 
o a versos.

Que te sigo queriendo en la distancia,
en la de mi piel levitando sobre la tuya,
en la del roce que me das, cariño.

Sigo queriendo que te corras conmigo,
y correr muy lejos,
y como decía Andrea
"no sé si salir corriendo
o quedarme a correrme"
así que nos vamos a ir lejos, corriendo
y nos vamos a correr cerca,
hasta que la poesía vomite tu nombre
y yo deje de tacharlo de folios sucios.

Ven,
estás a tiempo de salvarme los besos,
que se me caen de los ojos y nadie los recoge,
ven, 
que ahora nadie me besa las lagrimas
y sigo esperando que los besos con sal
sean de felicidad,
y no de "que vengas corriendo que me corro
y no es contigo"

lunes, 24 de marzo de 2014

El peso del tiempo.

Es imposible contar el paso del tiempo en segundos, minutos, horas, días, semanas o meses, simplemente porque hay personas que me han robado años con un solo beso.
O personas que al irse se llevan media mida tuya, como un abuelo. 
El tiempo no es nada, la cuenta atrás, la forma que tiene la vida de medir la intensidad de un instante que puede llegar a durar eternidades, o segundos.
El tiempo pasa, pero no pesa, lo que pesan son los momentos y estos dependen de la intensidad del sentimiento, del beso a tu primer amor, del último abrazo a tu abuelo, o el te quiero de buenas noches a tu madre, cada uno tiene su valor.
Cuando te digan aprovecha el tiempo diles que no, que no sean estúpidos, que aprovechen los momentos, que el tiempo no es nada, los instantes, las oportunidades.
Que al hacernos mayores no cargamos con los años a la espalda, sino con los momentos vividos, los recuerdos, las cicatrices que hemos acumulado en nuestra piel, en la piel que rodea el alma.

¿Y qué es la vida? Si no es más que una película hecha de momentos, donde las tomas falsas no se recortan y se incluyen entre las tomas buenas, de por medio.


¿Qué es la vida? Simplemente vivir, sentir y morir.

jueves, 13 de marzo de 2014

No sabes lo que te estás perdiendo.

Quizás no tengo los ojos más verdes, ni más azules, pero son los ojos que te van a desnudar con más dulzura, los que te van a mirar con más sinceridad que cualquier otro, los que te van a arropar con más calor, los que se van a clavar en lo más profundo de tu alma y los que van a decirte más palabras que cualquier boca.
Quizás no tendré los labios más gruesos y carnosos, pero ningunos se agarrarán a tu piel con más cariño que ellos, ningunos te contarán los besos que tienes entre el cuello y la cintura con más precisión y ganas, ningunos te besarán los buenos días con más ganas, y los malos igual.
Y sí, que puede que mis dientes no sean los más blancos, ni los más bonitos, pero te aseguro que ninguna sonrisa brillará más que la mía al tenerte entre mis brazos, ni te comerán a bocados el cuello todas las mañanas para que saques los tuyos a lucir.
Que mi nariz no será la más bonita, pero te aseguro que no habrá una respiración que esté más atada a la tuya cada vez que te haga el amor, ni nadie te va a dar los besos de esquimal con más amor que la mía.
Que mis manos no serán las más suaves, pero te van a acariciar de la forma más delicada que te hayan rozado el alma a través de la piel. Van a tocar tu cuerpo al ritmo de tus latidos, de tus jadeos, de tus gemidos.
Y que mis brazos no serán los más fuertes, pero nadie te abrazará con más fuerza que yo, ni te van a durar los abrazos de nadie más que los míos. "Hasta que nos volvamos a ver, eh"
Quizás mi pecho no será el más musculoso, pero te aseguro que será el mejor sitio en el que dormirte cada noche, donde planear futuros que no sabemos si se van a cumplir, y fantasear sobre nuestro futuro.
Y mis piernas no serán las más largas, ni las más fuertes, pero correré como nadie al verte para abrazarte y comerte a besos.
Que no seré mucho, pero puedo dártelo todo. Que seré un desastre que no se sabe ni cuidar de sí mismo, aunque contigo todo sea diferente. Que no valdré mucho, pero puedo hacerte feliz. Que te quiero con más amor y rabia que todos esos cabrones, que yo también quiero hacerte el amor como ellos, pero después no me voy a ir.

lunes, 10 de marzo de 2014

He perdido el hilo.

He perdido el hilo de mi vida,
y el problema es que tú eres el alfil
que se clava en mis labios y me los cose a besos.
El hilo que aguanta mis pedazos,
los del corazón,
para que no se me caigan por cualquier bar
donde ahogue penas y recuerdos.
Que a mí estas modas de los rotos no me van,
y menos teniendo aguja e hilo para arreglarlo.
Que con los pantalones rotos
se me ven los descosidos de la piel,
rasgada por tus manos
que antaño andaban paseando entre mis piernas.
Que las carreras de tus medias han perdido la gracia
desde que no son mis uñas las que corren por ellas.
Y yo ya soy un caso perdido,
no hay aguja que arregle este descosido,
ni letras que curen tus heridas,
ni las miradas que se me han perdido
buscándote en el fondo de alguna copa.
Hasta mi corazón ha tirado la toalla,
cansado de esperar una aguja
que no duela al coserme las heridas.

lunes, 3 de marzo de 2014

Tratado de guerra.

¿Dónde quedó nuestro tratado?
Aquél tratado de guerra en el que prometiste bombardearme a besos todos los domingos.
De tomar las armas el sábado noche y todas las copas que nos hiciesen bailar como locos despreocupados, hasta las de los árboles.
¿Dónde quedó lo de picarte hasta acabar firmando la paz a besos por tu espalda?
¿Y todas las trincheras pendientes en tu cama? 
Las de cinco minutos más un lunes por la mañana, pero no durmiendo, besándonos los buenos días.
¿Quién me va a reventar el corazón a miradas con el 'no te vayas' grabado a fuego?
¿Ahora quién me va a desgarrar la piel con sus bellos de punta después de los te quiero flojitos al oído?
¿Quién me va a declarar la guerra gritando más fuerte que tú diciéndome un te quiero desde la otra punta de la estación?
¿O quién me va a doler más que mil golpes tan solo con faltarme su calor arropándome, eh?
Ni Hiroshima ni Nagasaki, tú destruyes más que las armas nucleares, es más, eres un arma de destrucción masiva, hasta el punto de que ya no hay pedazos en mi corazón, es todo polvo.
Y que he visto miradas tuyas morder más fuerte que balazos en la pierna.
Me rasgabas más fuerte la espalda en cada madrugada juntos que mil cortes de cuchillos, y me escocías más que echar limón a la herida.

¿y ahora qué? dime, ¿quién me hundirá el pecho a te quieros? ¿quién me matará a miradas de te echo de menos? ¿quién me rasgará la espalda a arañazos de noche loca y desenfrenada? ¿quién hará de mi corazón Hiroshima y Nagasaki?

Dime, ¿ahora quién me hará la tercera guerra mundial?

martes, 25 de febrero de 2014

Morir para vivir.

Necesito morir
para poder vivir,
igual que necesito
que me des la vida
con cada beso, y
que luego me la quites
con cada despedida.

Que ya no me sirve
que me beses y que
me quieras.
Que necesito que mueras
por mí, como yo lo hago
por ti.

Que hasta las rosas
tienen espinas y
el cielo más azul
también llora.
Así que si algo tan bello
puede llorar y rasgar,
tú puedes matarme.

Y quien dice matarme
dice morir entre tus labios
en cada verso, en cada beso
que me acabes por el cuello
y me escribas por la espalda.

Que loco no es el que ama,
loco es el que muere por amor.
Amor, y yo loco por ti,
muriendo por nosotros y viviendo
para que tú me mates despacio.

Contaré hasta 3 para que dispares
y espero que falles y me des de lleno,
en el corazón.

Y si no me cazas tú el corazón,
ya lo haré yo con el tuyo,
lo haré prisionero con alas,
como pájaro salvaje,
para que puedas volar,
pero sabiendo que volverás,
que volverás a mí.

Mejor que morir con la espada
clavada en la espalda,
prefiero que me claves tus labios
en el pecho, hasta que explote
y nos manchemos enteros de amor.

Que nos volvamos locos de amar,
porque así moriremos más despacio
que si nos volvemos locos de atar.

Átame, ámame, enloquece conmigo
y sobretodo no te olvides;
mátame, y hazlo despacio.

Entre lagrimas y vasos de whisky.

He vuelto a despertarme con ganas de arrancarle el corazón al despertador, de que ese me devuelva los minutos no dormidos que tú me has robado.

Los pies fríos y el suelo helado, buscan las zapatillas entre la ropa del día anterior y yo te busco entre mis sábanas. Con ganas de hacerte desayuno, y sin diamantes, sin zumo de naranja, que entre tanto beso tonto y tantas ganas de tanto se nos pierden las vitaminas, y no estoy como para perder más cosas.
Que de tanto apostar me he quedado en banca rota y no tengo más que un corazón y mil y una noches para arriesgar. Apostarlo todo, el todo por el todo, mi todo. 

Y si esto no te sirve, recojo mis pedazos y ando hacía donde los poetas se ahogan entre lagrimas y vasos de whisky.

Silencio oscuro.

He vuelto a odiarte,
y sí, lo he hecho en silencio.
He metido mis sentimientos en una lata roja
y la he dejado latiendo en un rincón apartado de mí.
Una lata que casi estalla cuando pienso en ti.

Odio que me mires y que no sea para matarme
a besos después. Es como un invierno sin
abrazos, o un verano sin cerveza fría.
Como un febrero cálido
o un beso frío.

Como echarme la soga, que sí que aprieta
pero no me ahoga.

Y me siento como un miope que no supo ver el amor
hasta que te puso como gafas.
Es como verlo todo tan claro, que ya sabes que será
oscuro.

Que mi plan B no va más allá de lamentarme
de que tú no seas mi único plan.

No soy un triste, pero que ser feliz no es lo mismo
desde que te fuiste.
Quizás estoy loco, pero los poemas riman contigo
desde que te fuiste.
Tengo el pecho hundido en un pozo de angustia,
rabia y melancolía y todo esto
desde que te fuiste.

Y que sé que ya te has apagado,
sol de mis noches
y que ahora tengo que odiarte
en silencio...y a oscuras.

jueves, 13 de febrero de 2014

Que ya no quiero estudiar.

Ya sé todo lo que necesito, me sé de memoria los dos segundos que te quedas aguantándome la mirada después de cada beso, la sonrisa de diez décimas de segundo que tardo en volver a robarte la sonrisa con el siguiente beso, y los cien mil millones de minutos que estaría besándote si no fuese por las ganas de volverte a ver sonreír.

Me sé la fuerza justa con la que me abrazas cuando me echas de menos.

Y que contadas tengo las caricias que me regalas antes de quitarme cada pieza de ropa, que ya es más propiedad del suelo que de nuestra piel, igual que nuestra piel es más nuestra que tuya y mía.

También me conozco los ocho dientes con los que me muerdes el labio, con los que apretarías hasta poder quedarte con mi boca, para ti, toda.

He contado los treinta y siete besos que hay entre tu cuello y tu pelvis, bajando por tus curvas mortales, con la fricción del corazón a cada beso metida en mis cálculos. Hasta los escalofríos que te recorren cada vez que los hago los tengo en mente, los que se repiten cada vez que compruebo que eran treinta y siete besos y no más, mis besos.

De memoria me sé la mezcla de tus tres perfumes con el aroma a placer que desprendes cada noche. Tengo las medidas te tu pecho tomadas a ojo, a mano, y a labio. Y sé que caben mil corazones míos, porque se me encoge cuando me miras, cuando me haces pequeño.

Igual que me sé el tacto de tu piel a todas las temperaturas posibles. Y que mi lengua se conoce de memoria las veces que tiene que acariciarte para que te vuelvas loca.

Tus diez dedos se pasean por mi espalda, y tus uñas juegan con mi piel, dejando huella.

Tengo la partitura de tus jadeos y de cada orgasmo metida en mi cabeza, y sin la intención de irse, ni de perderse.

Hasta me sé los gestos que haces mientras duermes, y sé que tienes la sonrisa más bonita de las infinitas galaxias que hay, justo recién levantada.

Podría asegurar que si me hicieran un examen sobre ti sacaría una chuleta tan solo para recordar los treinta y siete besos que tienes desde el cuello hasta la pelvis, aun que me los sé más que de memoria.

Y sin dudarlo dejaría que me cogiesen copiando para poder repetir el examen mil veces más y estudiarte mil y una veces.

lunes, 10 de febrero de 2014

Ya no me gusta el café.

No me gusta desde que se enfría porque no vienes,
en vez de cuando se nos enfriaba porque un beso nos llevaba a otro
y así hasta robarle todo el calor al café y quedárnoslo nosotros.

No me gusta el café desde que me noto más amargo a mí que a él.
Desde que lo tomábamos por las noches
para aguantar queriéndonos hasta la mañana,
y por las mañanas sustituirlo por más besos y caricias,
sin azúcar, pero más dulces.

He destrozado tu taza contra el suelo,
como tú mi pecho, cielo.

Ya no habrá más café,
ni más tazas, ni de café,
ni de té, ni de te necesito aquí.

Ahora somos el humo que se evapora del café y nada más.
La gota que cae por fuera de la taza y se pierde.
Ahora somos descafeinados, y sin azúcar.
No somos nada.

martes, 4 de febrero de 2014

Quiero que me desordenes.

Me da igual si empiezas por los días o por las horas, quiero que me alteres el tiempo y que lo pares con cada beso, que lo destroces con cada orgasmo, que lo hagamos nuestro, pero sin infinitos ni para siempres, simplemente nuestro, hasta que se nos acabe el amor y aprendamos a fabricar más.

No hay mejor sitio para que me desordenes que mi habitación, podríamos empezar por la ropa, que acabe toda por el suelo, donde caiga, arrojada por la pasión y las ganas, las que nos tenemos, las que nadie nos quita, ni nosotros mismos. Desordéname las sábanas, hasta hacerlas búnker y refugiarnos dentro, hasta ser el más simple palacio que alberga los huéspedes más complejos, nuestros besos.

Que si empiezas a desordenarme a mí, empieces por el corazón, déjamelo revuelto, pero no agitado. Que siempre pensé que eso de revolverse tenía más gracia en pareja, y que los besos que más me gustaban eran los que no me dabas, porque sabía que te los guardabas para el momento especial.

(y ha salido todo mal)

Los días ya no son días, las horas ya no son horas, mi tiempo ya no es mío. Mi tiempo ya es todo tuyo, nunca pensé cómo alguien se podría apoderar de algo así. Cuando no estás el tiempo se arrastra y se alarga, como tener ese maldito tic-tac tic-tac, todo el día en la cabeza. Sin embargo, cuando te veo va todo tan rápido, nos cruzamos las miradas, nos abrazamos las almas y nos robamos los besos, todo tan rápido que serías capaz de hacer de meses semanas, y de semanas días.

Que tal ha sido el desorden en mi habitación que ya no encuentro ni mi ropa, que todo me parece tuyo, que hasta mi despertador huele a ti y así no hay quien le odie. Que ni la almohada me besa como tú ni las sábanas me quitan el frío como tu piel. Ya no hay búnker ni palacio, ni huéspedes, tan solo frío.

Se te han ido las manos y me has desordenado entero, estoy en un caos interno y pienso más en ti que en mí, que me has agitado entero, y que entre tanto desorden te has llevado mi corazón junto los besos que no me das, y las miradas que te callas.

Que quizás me has desordenado completamente, pero hay algo que tengo claro, que no hay nadie que me desordene de forma más bonita que tú.

Ni quiero que nadie me ordene.

Tan solo devuélveme todos los besos que no me diste, y agítame un poco más.


domingo, 26 de enero de 2014

Podríamos.

Podríamos querernos en broma, esperando que se asome un poco la verdad.

Podríamos ser el polvo que hay en el desierto, infinitos digo.

Podríamos dejar de ser tú y yo, y no para ser un nosotros, sino para ser un todo.

Podríamos hacer locuras, como hacer el amor por ejemplo, con tus padres en la habitación de al lado, ahogando todos los gemidos, esperando que no sea tan difícil como todos los te quiero que tuve que ahogar en el silencio, para no quedarme afónico.

Que podríamos matarnos lentamente, con miradas dulces y besos suaves. O podríamos hacerlo rápido con arañazos por la espalda y besos por el pecho.

Podríamos, pero no quieres. (o quizás es que no has llegado todavía, como mi valor, el que necesito para decirte todo lo que te he escrito, todo lo que he callado en mil folios, con tu nombre tachado, entre gotas de café e insomnio).

Podríamos recorrer el centro de Barcelona, a oscuras, sorprendiendo a antiguas calles, que habrán visto historias bonitas, pero ninguna como la nuestra.

Que podríamos salir de fiesta hasta las tantas, bebernos hasta las bocas, y volver más contentos por tenernos que por todas las copas.
Que los viajes a solas en el metro están bien, pero con música de fondo sientan mejor, ¿y qué mejor música que tu sonrisa?

No quiero regalos caros, quiero regalos con valor, como tu tiempo, tus años, tu vida. La quiero toda, a mi lado.

Que quizás no te puedo dar los versos más bonitos, ni los más buenos, te lo aseguro, pero te puedo dar los besos más sinceros que hayan salido de cualquier pecho.

Y ya sabes que el verbo poder, siempre me pudo. Quizás era mi punto débil. Como tú.

martes, 21 de enero de 2014

Mi tiempo.

Tempus fugit
El tiempo huye, el tiempo se escapa, el tiempo vuela”

El tiempo corre
y tú con tu manía de volar,
y de hacerlo siempre en contra,
en contra de las agujas de mi reloj.

El tiempo se nos va, y no somos conscientes
de que a cada susurro que pasa,
a cada instancia, con cada segundo,
perdemos un beso, un recuerdo,
un momento que podríamos haber pasado
juntos.

¿y qué hago hablando de tiempo?
Si he descubierto que
el tiempo no es oro,
que el tiempo eres tú.
Cuando quieres lo detienes
y cuando quieres, lo haces eterno.

Cuando me besas es
como el frenado de emergencia de un tren,
el tiempo para de golpe y todo el vagón se balancea,
como todas las sensaciones que me haces sentir,
como quien dice vagón, dice corazón.

Cuando separas tus labios de los míos,
y ya estoy pensando,
en las eternidades que tardarás,
en volver a juntar tus labios con los míos,
como si hablas de segundos,
se me harán décadas.

Quiero que nos corramos sobre el tempus fugit,
que tenga miedo de haber encontrado
a alguien
que pueda decidir cuando para el tiempo
o cuando lo hace eterno.

lunes, 20 de enero de 2014

Uno de esos días.

Supongo que hoy es uno de esos días, que más bien noches, en las que me arrancaría el corazón de cuajo y lo dejaría sobre el papel, dejando que bombee sangre en forma de tinta, escribiendo lo que siento por mí.

No sé a dónde me llevarán estas palabras, pero por una vez tengo claro que a ti no, esta vez la culpa no es tuya, y bueno, como casi siempre, la culpa es mía.

Y llamadme pesado, sí, pero es que no sé, no sé nada, estoy confuso. Me siento algo extraño, y extraño es que diga que me siento, cuando ni yo sé cómo me siento ¿un martillazo en el pecho? ¿un disparo atinando en el corazón? quizás mi propia cabeza. El motivo tampoco lo sé, pero algo me aturde, como si me hubiese explotado la válvula de la felicidad y me hubiese salpicado tristeza en todo el cuerpo. 

Adiós. 
¿Adiós? Sí, adiós, las ganas de todo se despiden, y no sé a dónde van, pero me han dejado solo, otra vez, últimamente es costumbre, que quizás mi vida no es la mayor mierda del mundo, igual que no duele un moratón, pero cuando ya van veinte te empieza a joder, y así con todo, cada problema se suma y poco a poco me quitan las ganas. Que cada vez me salen menos cosas bien, y siento que todo se viene abajo, que no puedo con nada, que las fuerzas, junto las ganas, se han despedido, y sí, otra vez.

Quizás llega el momento de la tortura, sí, el típico momento que tenemos todos, ese pequeño momento de depresión barra tristeza en el que todos nos ponemos música triste, más que nosotros si cabe aún. Y no es que ayude mucho, creo que a nadie le sirve, pero todos lo hacemos.

Y mi cabeza sigue en pleno desierto mental, no hay nada, ni siento, apenas pienso y no sé ni cómo muevo los dedos para escribir. Pero me siento como una mierda, y otra vez, sigo sin saber por qué. 

¡Y ZAS! pasa por tu cabeza "joder, que bien me vendría un abrazo ahora, no pido más" y ya la has cagado, a parte de como una mierda ahora te sientes solo, sin ganas y sin fuerzas. Y sobretodo, sin abrazo.

Al fin y al cabo, te acostumbras a estar solo, y no hablo a estar sin gente, sino a tenerte a ti mismo y valerte con eso. Que no me sirven los me tienes aquí, ni las conversaciones de consuelo, todo irá mejor o verás que es una racha. Me enervan más. 

y que a nadie le importará lo que pasa por mi cabeza, o más bien lo que no pasa, pero si no lo escribo reviento.












sábado, 11 de enero de 2014

Soy.

Soy más de comas que de puntos a parte, porque siempre acaban convirtiéndose en puntos finales.

Soy de los que cuando dan un beso no pueden aguantar, y se les escapa una sonrisa al final, como a un tonto enamorado.

De los que se levantan un sábado por la mañana de resaca y lo primero que hace es sacar una pierna de la cama, estirar el brazo y coger el móvil, por si me has escrito, o por si ayer te escribí yendo 'feliz'.

Soy de los que echan de menos en silencio, de los que gritaría que vuelvas hasta quedarse afónico pero no lo hace por si decides no volver.

Siempre fui de los que prefieren arreglar el pantalón antes que comprar otro. Y quien dice arreglar el pantalón dice hacer lo que sea para que no te vayas, que no quiero a otra persona, quiero que te quedes.

De los que cuando le hacen una herida el alcohol se lo bebe para abrir más la herida, en vez de cerrarla, para verte doble o recordarte diez veces más.

Soy más de té que de café, soy más de ti que de té, y cada cual me altera más.

De los que cuando le dices un cumplido no se los cree, tozudo, que nadie cambia lo que piense, mi opinión va por encima de todas, y más si se trata sobre algo mío.

De los que no puede evitar escribir cuando está triste, y si no escribo cuando estoy feliz es porque estoy contigo.

Siempre eché dos cucharadas de azúcar más, y aun así no endulzo.

De los que cuenta los granos de arena del reloj, ansiando tu regreso.

De los que no pueden evitar sentir mierdas en el pecho cuando me miras, de esas que pocas personas me causan.

Soy más de guardarme el odio para mí, y hacerte el amor a ti.

De los que no compra bombones pero te regala cosas que no tienen precio.

Como también soy más de quererte a medias, por si te las rompo, o por si te vas y decides volver, quedarme solo medio roto.

Soy más de perder trenes y cagarla que otra cosa.

De los que cuando escribe lleva la mano a pulso con el corazón.

De los que se pasaría la noche besándote las imperfecciones, y las mañanas haciéndote el amor, con dos cucharadas de azúcar de más, como a mí me gusta.

Siempre he sido más de dar que de recibir. (aunque reciba más desilusiones y palos que nada).

De los que desconfían rápido y tardan en confiar, por experiencia.

De los que se preocupan más de los demás que por sí mismo.

Soy de los que te quiere cuando no bebe y te odia cuando va borracho.

Soy de los que cuando quiere lo hace a matar, y no a lo tonto, porque sino es palabra 
perdería significado.

De los que se les cae el mundo por dentro cuando su madre llora.

De los que se le escapan las lagrimas cuando piensa en su abuelo, como ahora.

Soy de los que se deja la vida por ayudar a los demás y prefiere tragarse solo sus problemas.


De los que apuesta todo y pierde, pero aun así no se hunde.

Soy como soy, ni pretendo gustar, ni agradar, tan solo ser yo. Con mis defectos y todas esas cosas.

Con mi manía de morder, no puedo estar sin nada en la boca, y me tengo que conformar con tapones bolígrafos, mis manos y hasta mis labios, y que ojalá tuyos, no míos.

Soy el de los nervios antes de verte, medio temblando mientras pienso en el abrazo que te voy a dar.

De los que demuestra más amor picando a la gente que diciéndoles cosas bonitas.


Realmente no sé como soy de verdad, pero cada día me voy conociendo un poco más, soy un extraño conocido para mí, cada día que pasa descubro algo más sobre mí, y espero que así para toda la vida.