martes, 1 de octubre de 2013

'Me dueles'

Me jode, me jode tener que recordarte, porque ya no te tengo aquí. A duras penas consigo recordar como sonaba tu voz, como era aquel sonido que se metía en mi oreja y que me hacía estremecer, sí, aquella voz que tanto me gustaba (hasta cuando salias de fiesta todo el fin de semana y volvías con la voz ronca, ¿recuerdas? cuando me reía de ti), esa voz que podía hacerme temblar con una sola palabra, aquella que siempre tuve miedo a usar, a usar de más o a callarme demasiado. 

Recuerdo cuando quedábamos, nuestro sitio, aquel que guardó tantas sonrisas, tantos besos, tantos abrazos, tantos sentimientos, sentimientos, es la palabra. Te veía llegar (porque siempre llegaba antes que tú, me encantaba esperarte, me encantaba ver como llegabas con tu sonrisa tímida y tus andares lentos) y anticiparme a ti y poder abrazarte antes de poder soltar ninguna palabra. Aquellos abrazos me daban la vida, aquellos que ahora me la quitan por no tenerlos.

De mi cabeza no saco todas esas tardes que pasamos, desde la primera hasta, la última. Desde que me callaba los besos, hasta que no tuve miedo a derrocharlos. Eras diferente a todo el mundo. Me gustaba de ti, que solo verte ya estaba sonriendo, solo verte ya tenía ganas de volver a verte (y todavía no te habías ido). Nuestras peleas, cuando me mordías, me encantaba ver la marca de tus dientes en mi piel, me sentía más tuyo, más mía, más nosotros. 

Recuerdo la primera vez que te besé, me obligaste a hacer campana, saltarnos clase para ir a nuestro rincón en el parque, donde podíamos estar solos, donde íbamos guardando día a día nuestras sonrisas, y nuestras ganas de volvernos a ver.
Me acuerdo como salió de tu boca, "no tienes huevos a besarme" me dijiste. Te respondí que si lo hacía la cagaría, y me pusiste esos ojitos, los segundos en los que nuestros labios se acercaban, se me hicieron eternos, décadas, siglos, milenios. Solo quería llegar a tus labios, y poder besarlos. Solo con rozarlos ya sentí un escalofrío, pero un escalofrío cálido, la piel se me puso de gallina y te cogí fuerte por la cintura, agarrándote, para que nadie, ni el mismo mundo pudiese separarnos en ese momento. Después de aquel beso nos separamos, y sonreímos como idiotas. Entonces me abrazaste, creo que fue uno de los mejores abrazos que jamás me dieron. 

Ahora anhelo esos labios, esos abrazos, ese momento.

Supongo que debo conformarme con el recuerdo, un recuerdo que para siempre jamás será nuestro y que nadie nos podrá arrebatar. 

De mí para ti, por un el pedacito de mi corazón que siempre llevará tu nombre.

3 comentarios:

  1. Da gusto leer cada frase que escribes que poco a poco hace que me introduzca en esas historias que cuentas y en esa cabeza prodigiosa de la que salen. Haces que la gente tenga ganas de volver a escribir, yo la primera, y sobre todo de leer cada nueva entrada que subes. Hay que mejorar, pues nunca se llega a la perfección, pero si sigues así llegarás a rozarla.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ojalá escribiendo la mitad de bien de lo que has dicho, me queda muchísimo para llegar a un nivel aceptable, pero se agradece mucho.

      Eliminar
  2. No sé tú, no sé si seré muy sensible pero no cabe duda que me has hecho llorar... Será porque al leer algo así me haya recordado algo que a mi también me duele, algo que has escrito tan bien en esta entrada. Te quedará muchísimo llegar a un nivel aceptable, pero primero date cuenta que llegas a muchísimas personas con cada palabra, sentimiento que le pones. Gracias por haberme seguido, gracias por haber descubierto esto. Si lees este comentario, gracias de nuevo.

    ResponderEliminar